Hacienda María Trinidad
María Trinidad nació en la antigua ciudad de La Piedad de Cabadas, Michoacán.
Fue la hija menor de Don Apolonio Ramírez y Adela García. La familia vivía en una hacienda en una propiedad que había sido heredada en su familia de generación en generación.
A finales de los años treinta, México vivió la segunda Cristiada, un levantamiento armado que buscaba reducir el número de sacerdotes, restringir los cultos religiosos y limitar la libertad de fe fuera de los hogares.
Lamentablemente, muchas personas ajenas al movimiento también sufrieron las consecuencias de esta violenta guerra: sus hogares fueron saqueados, sus mujeres abusadas y muchas personas perdieron la vida.

Fotografías: mexicoenfotos.com
En este contexto, Don Apolonio se vio obligado mediante amenazas a vender la hacienda. Junto con su mujer y sus hijas, tomaron el tren rumbo a una tierra desconocida donde la gente vivía en paz. La ruta llegaba hasta Mexicali, donde se establecieron en su valle.
En esta nueva tierra, María Trinidad conoció a Andrés Sánchez, hijo de Martín Sánchez y Margarita Olvera, quienes vivían en Perry Avenue en Anaheim, California. El hijo mayor de la familia Sánchez había sido llamado a servir en la Segunda Guerra Mundial.
La noche antes de zarpar el buque de guerra al que había sido asignado, Don Martín decidió huir con su esposa y sus hijos a México. Se establecieron en el Valle de Mexicali. Allí, en una función de cine de una carpa itinerante, María Trinidad y Andrés se vieron y se enamoraron a primera vista. Se casaron y tuvieron siete hijos.
Con el regreso de la paz las dos familias regresaron a sus lugares de origen; la familia Ramírez volvió a Michoacán, pero no a la hacienda, que había sido destruida en la guerra y vendida en pedazos.
El presidente John F. Kennedy otorgó el perdón a todos los desertores, permitiendo que los Sánchez regresaran a California, al Valle de San Joaquín.
La noche antes de zarpar el buque de guerra al que había sido asignado, Don Martín decidió huir con su esposa y sus hijos a México. Se establecieron en el Valle de Mexicali. Allí, en una función de cine de una carpa itinerante, María Trinidad y Andrés se vieron y se enamoraron a primera vista. Se casaron y tuvieron siete hijos.
Con el regreso de la paz las dos familias regresaron a sus lugares de origen; la familia Ramírez volvió a Michoacán, pero no a la hacienda, que había sido destruida en la guerra y vendida en pedazos.
El presidente John F. Kennedy otorgó el perdón a todos los desertores, permitiendo que los Sánchez regresaran a California, al Valle de San Joaquín.
María Trinidad y Andrés se quedaron en Baja California, compartieron con sus hijos los recuerdos de su vida en la hacienda y la vida en los campos agrícolas de California. La infancia de sus hijos transcurrió viajando en tren hacia Michoacán y a los viñedos en el Valle de San Joaquín.
Don Andrés perdió la batalla contra el cáncer a los 54 años y María Trinidad falleció de neumonía a los 74. Como muestra de amor y en honor a su memoria, su hijo Andrés decidió construir una réplica de la hacienda para manifestar todos sus recuerdos de sus visitas a estos lugares.
Utilizando su conocimiento como arquitecto, diseñó la hacienda aplicando la proporción áurea y las técnicas de construcción antiguas, así como también todas las enseñanzas de su abuelo sobre el viñedo.
La majestuosidad de la Hacienda María Trinidad reside en los detalles que se encuentran en cada una de las habitaciones, áreas comunes, jardines y viñedo.
Nada está colocado al azar; todo tiene un porqué. Los anfitriones han decidido abrir las puertas de la hacienda porque esta es una historia que debe ser contada.
El amor incondicional a la familia y la valentía de esas parejas son inspiración para las nuevas parejas que van a emprender una nueva vida juntos.
